11 de Junio de
1976
ARROJAD LOS DEMONIOS
Escribe, hijo, sin ningún temor.
Dilo, ¡que Jesús no está contento! No puedo estar contento
ante la grosera ceguera de los Pastores y de los Sacerdotes con relación al
problema sustancial de la Pastoral.
Ya te he dicho algo de Satanás y sus legiones; no te he
dicho todo sobre él, sólo lo que necesitas conocer. Él puede mucho más sobre la naturaleza humana de
lo que el hombre puede sobre la naturaleza animal, y tú ves cuánto puede el
hombre sobre la naturaleza animal.
Él sabe induciros a
un radical cambio en el modo de vivir.
El hombre puede dominar a un animal, pero Satanás puede
dominar a un hombre mucho más, mucho más.
Te he hablado poco antes de ceguera grosera. Sí, hijo, y he
aquí las consecuencias de la culpable inactividad de muchos Pastores y
Sacerdotes frente a la febril, incesante acción demoledora del Enemigo.
Yo, Jesús, durante mi vida pública, no me he limitado a
anunciar la verdad; he curado enfermos, he liberado endemoniados y consideraba también esto una
parte esencial de mi pastoral. Hoy no se hace (porque los Pastores no
quieren ocuparse personalmente de ella y sólo raras veces la delegan en otros)
esta parte de la pastoral.
Yo la delegué en mis Apóstoles para que los Apóstoles y sus
sucesores la realizaran. Si lo he hecho Yo, Jesús, también los Pastores de hoy
deberían bendecir y exorcizar.
Inmovilismo
interior
El comportamiento que tienen hoy los Obispos, salvo siempre
las debidas excepciones, no es ciertamente el deseado por Mí, no es el que Yo
quisiera.
Que el padre no esté presente, pudiéndolo, donde están los
hijos que sufren está verdaderamente contra la naturaleza de las cosas. Sin
embargo, esto es lo que sucede habitualmente. Que un padre delegue en otro
para que lo represente ante el hijo que sufre, no es menos amargo que lo que se
ha dicho antes.
Que luego un padre no crea ni siquiera en el sufrimiento de
tantos hijos suyos, que también evidentemente sufren, se considera imposible.
Sin embargo, es lo que habitualmente sucede.
Pero hay más, hijo mío, no temas y escribe: que luego un
padre llegue a obstaculizar a aquel que por un sentimiento de piedad debida (he
dicho piedad, y no justicia) se tome el cuidado de sus hijitos que sufren, esto
está hasta fuera de toda lógica y contra todo sentimiento de amor paterno.
Hijo, dilo fuerte, esto continuamente se verifica en mi
Iglesia. Estos Pastores se mueven en la periferia de sus almas y de sus
corazones pero están inmóviles en el centro.
¿Qué quiero decir con estas palabras? Exteriormente son
activísimos, a veces hasta demasiado; quedando inmóviles, o casi,
interiormente.
Muchos de ellos son víctimas del frenesí de la acción.
¡Mucho mejor si fueran víctimas mías! Mis víctimas, al contrario, son casi inmóviles externamente,
movilísimas y activísimas interiormente ¡Son ellas las que salvan a las almas! Son las víctimas voluntarias las que
han frenado hasta ahora la justicia divina. Son mis víctimas la verdadera
levadura, el fermento de la Iglesia. A ellas Yo no les puedo negar nada, no al
activismo exterior de tantos
Pastores.
La iglesia
languidece
Dada la necesidad de que Obispos y Sacerdotes tomen en
consideración el problema de tantas almas que sufren, fórmese en cada diócesis,
al menos inicialmente, un comité de fervientes Sacerdotes y laicos que den
lugar a una cadena de almas dispuestas a ofrecer cada día, con sus sufrimientos,
al menos una hora o una media hora de oración por los que sufren por culpa de
los Espíritus malignos, y que puedan bendecir a quienes sufren en determinados
días, en una determinada Iglesia.
Ninguna razón detenga a los Pastores y a los Sacerdotes voluntariosos para cumplir este deber: es un
problema de actualidad.
¿No os habéis dado cuenta de nada? ¿No os habéis dado cuenta de que la Iglesia languidece y agoniza por
culpa del Maligno? ¿No os dais cuenta de que algo tremendo está madurando? ¿Qué
hacen, qué piensan algunos? Despójense de la presunción que les quita la gracia y el consuelo de la luz.
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