6 de diciembre de 1975
DA MIHI VIRTUTEM CONTRA HOSTES TUOS[1]
Hijo mío, estas son palabras que
todo fiel mío, todo sacerdote mío no sólo debe pronunciar con los labios sino
que debe pronunciarlas con el corazón y con la mente, en humildad de espíritu y
simplicidad de fe.
No por nada estas palabras han
sido puestas en los labios de los cristianos y en particular de mis sacerdotes.
Además de ser una oración, son una advertencia de extraordinaria importancia,
son una indicación de la misión específica del cristianismo como soldado de
Cristo, en la incansable lucha contra las fuerzas tenebrosas del infierno,
enemigas de Dios y de la salvación de las almas.
Amigos de Satanás
He hablado en anteriores mensajes de las múltiples
contradicciones en mi Iglesia. He aquí una estridente: se reza, se pide fuerza,
potencia contra un Enemigo en el que no se cree en absoluto, o poquísimo y al
que luego se rechaza combatir en el modo más conforme.
Es como si soldados y oficiales
pidieran las armas y obtenidas se negasen a usarlas. ¿No es ésta, hijo mío, una
inexplicable e injustificable contradicción? Pero la contradicción asume
aspectos todavía más absurdos ya que no sólo no se combate al más peligroso
enemigo, sino que muy a menudo se le coadyuva, se le da ánimos en su acción
devastadora en las almas. ¡Cuántos sacerdotes herejes, soberbios y rebeldes,
cuántos cristianos infieles y blasfemos, amigos de Satanás más que de Dios!...
Yo he venido al mundo
precisamente para recobrar, de las manos de Satanás y de sus legiones, lo que
con el engaño y la mentira me habían sustraído. He combatido y vencido mi batalla con la humillación de la Encarnación,
con la oración perseverante y con el infinito sufrimiento de mi Inmolación, las
armas seguras para una infalible victoria sobre los enemigos de Dios y de las
almas.
¿No he dicho claramente: “Quien
quiera venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame?”, en otras palabras ¿no he
dicho claramente: “Quien quiera ser mi seguidor, haga lo que Yo he hecho
primero?”
Ahora, hijo, te dejo a ti el
juzgar si cristianos, sacerdotes y pastores hacen lo que Yo he hecho. No, hijo
mío, son pocos, poquísimos hoy los dispuestos a seguirme en el camino del
Calvario, llevando su corona de espinas.
Observa el enorme contraste entre
mi vida y su vida, entre mi camino y su camino, entre mis obras y sus obras.
Hasta se marcha en dirección opuesta.
Situación verdaderamente trágica
y dramática, que no puede desembocar sino en la obra de la purificación.
Increíble es la ceguera de los hombres y la dureza de sus corazones,
inadmisible la conducta de mis cristianos, provocativo el tenor de vida de
algunos de mis sacerdotes. No temen a Dios, no temen su justicia, perecerán y
serán dispersados como polvo al viento. No Yo, sino su obstinación los perderá.
"Da mihi virtutem contra
hostes tuos", a flor de labios, mientras en la realidad cotidiana de su
vida favorecen, de hecho, los planes de devastación de las almas.
Se guardan bien estos sacerdotes míos de valerse del exorcismo,
usando el poder a ellos conferido aún antes del Orden sagrado, sea porque no
creen en ello, sea porque intuyen la inutilidad por el contraste de su vida con
la del sacerdote fiel que hace del exorcismo un arma valiosísima para contener,
limitar, neutralizar la jactanciosa arrogancia del Enemigo.
Oscuridad sobre el mundo
¡Oh, sí! Generación perversa e incrédula que todo problema lo reduce a un
problema de bienestar material, desconociendo de hecho los valores
espirituales de la vida humana, rebajando y anulando la dignidad del hombre,
nivelándolo al rango de un animal cualquiera...
Hijo mío, qué oscuridad profunda
se ha hecho en el mundo; ¡los hombres embrutecidos, mis ministros escarnio de
los hombres y hazmerreír de las potencias del mal!
Lo que más entristece a mi
Corazón misericordioso y al Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra, es que el
amor sea repudiado, que la luz sea rechazada, que Dios sea combatido y se haga
de todo para obstaculizar su plan de salvación.
Son mentiras en la boca de muchos
las palabras: "Da mihi virtutem contra hostes tuos". Sí, es mentira
que permite ver el abismo en el que se han precipitado, dejando caer en el
vacío todas las llamadas (¡y han sido tantas!) para evitar a la humanidad la
más tremenda desgracia de la historia. Pero los Enemigos no prevalecerán.
Mi Misericordia, jamás separada
de mi Justicia, triunfará. Triunfará también mi Madre y vuestra, que hará huir
las tinieblas que han descendido en el mundo, para devolver a la humanidad bien
y justicia.
Bella será mi Iglesia purificada,
regenerada a nueva vida. Tomará el lugar que le compete en el mundo, y que
naciones y pueblos le reconocerán, de Maestra y de Guía de toda la gran familia
de los hijos de Dios.
Te bendigo, te pido tu
sufrimiento y tu amor.
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