3 de diciembre de 1975
SE HAN PASADO AL ENEMIGO
Escribe, hijo mío:
Yo, Jesús, Verbo de Dios hecho
Carne, veo hoy a mi Iglesia en un modo muy diverso a aquel en el que Yo la he
estructurado al principio.
¿Qué ha quedado de la estructura
verdadera, genuina? Casi no la reconozco ya...
¿Son los Obispos de hoy los
Apóstoles de ayer? ¿Están guiados por el mismo celo desinteresado de los
primeros tiempos? ¿Es el mismo espíritu de humildad y de pobreza el que los
guía? ¿Los sacerdotes de hoy son semejantes a los discípulos de ayer? No, hijo
mío.
No quiero decir que también al
inicio no hayan faltado los débiles y los desertores, pero el espíritu de los
buenos era el espíritu de Dios. La fe que los animaba, la esperanza que los
sostenía era de Dios, la caridad que los unía era caridad verdadera, tanto que
los paganos observando el espíritu que los animaba decían: "mirad cómo se
aman" y eran atraídos hacia ellos.
Hoy, hijo mío, las cosas son bien
diversas. Siempre hecha la excepción de los pocos verdaderamente buenos y
santos, ni siquiera los Obispos aman con la verdadera caridad de Cristo a sus
sacerdotes, untuosos exteriormente, pero interiormente fríos, como el metal.
Luego entre los sacerdotes, el
amor fraterno está hecho a menudo de palabras vacías; impera la malevolencia
más que la fraternidad.
Siempre dispuestos a aliarse con
cualquiera con tal de atacar a un hermano, siempre dispuestos a transformarse
era abogados defensores de Dios contra otro Sacerdote. No hablemos luego de las
envidias, celos y resentimiento que hierven a continuación en la olla del
Demonio, con maledicencia y hasta con calumnias con las que Satanás riega la
Iglesia de nuestros días.
Te recuerdo también las lesiones
inferidas a mi Cuerpo Místico por los pecados contra el sexto y noveno
Mandamiento.
Los sacrilegios son incontables,
y se consuman con una indiferencia que tal vez ni Judas conoció. En un reciente
mensaje aludía al pus que se ha acumulado en el interior de mi Cuerpo Místico.
Oh, si se pudiera sajar Mi Cuerpo
Místico como se corta el cuerpo físico, el pus saldría fuera con gran
violencia.
No puedo permitir, hijo, que las
almas continúen precipitándose en el Infierno.
¡No puedo estar pasivo mientras
es inútil para muchísimas almas mi Sufrimiento infinito, inútil Mi Sangre,
inútil mi misma muerte!
La Misericordia infinita reclama
la hora de la Justicia contra la injusticia perpetrada por Satanás, homicida y
ladrón, con la libre alianza y colaboración de personas que voluntariamente
obran para la perdición de las almas que desde la eternidad Yo amo.
Tremenda responsabilidad
Hijo mío, si Yo te hiciera ver la
tremenda responsabilidad de los Consagrados en esta obra de ruina, de tormento
y de laceración de las almas en combinación con las fuerzas del Infierno, tú no
podrías sobrevivir ni un instante...
Quiero que se sepa por todos que,
persistiendo el mal moral y espiritual en mi Iglesia, la hora de la
purificación no podrá ser prorrogada ni siquiera por las súplicas de mi Madre y
por los sufrimientos de las almas víctimas, aun siendo tan eficaces.
La salvación de las almas es cosa
de tal manera grande que a ella ninguna otra cosa debe ser antepuesta. Dios ve
lo que vosotros no podéis ver.
La misericordia de Dios, la
paciencia de Dios, la longanimidad de Dios son mucho más grandes que toda
vuestra imaginación, pero no pueden tolerar más allá el estrago de almas
perpetrado día y noche por el pecado
Hijo mío, ¿hasta cuándo los hombres, tan lentos para comprender, se darán cuenta
de la futilidad de todas las cosas en las que malgastan tiempo y energías?
Aquí no hablo de los alejados,
sino de los que incluso se dicen mis seguidores pero en su gran mayoría colocan
Dios y el alma en el último lugar. Por Dios y por su alma jamás harían los
sacrificios que hacen diariamente por los caprichos de su cuerpo del que se han
hecho un ídolo. Piensa tú de los otros qué puedo esperar...
Pero lo que me causa más dolor es
que mis centinelas, es decir mis consagrados, en buen número se han pasado al
Enemigo.
Vosotros, os lo repito, afortunadamente no veis lo que Yo veo.
Veo todo, también los
pensamientos más escondidos. Vosotros nunca podréis comprender la infinita
tristeza de mi Corazón misericordioso y la tristeza del Corazón Inmaculado de
mi Madre.
Se continúa transitando los
senderos tortuosos de la hipocresía, y no se quiere por los más, acometer la
vía maestra de la Cruz y de la oración.
Por ahora basta. Te bendigo;
ofréceme tus sufrimientos. Ahora son grandes, pero sólo ofreciéndolos con amor,
es como das alegría a Mi Corazón.
Confidencias de Jesús a un Sacerdote. Mons.Ottavio Michelini
Confidencias de Jesús a un Sacerdote. Mons.Ottavio Michelini
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